Sábado 8 de junio de 2103
Ya estamos muy cerca. Nuestro reto ahora es intentar llegar antes del fin de semana en horario de oficina para no tener que pagar el doble en el papeleo. Cambiamos el puerto de llegada a Levuka.
El viento es generoso el último día. 20-25 nudos de popa. Lo necesitamos para llegar a tiempo.
Se rompe el cabo del enrollador. A Jose le toca ir a proa a arreglarlo provisionalmente con bastante movimiento como hay. No rechista. Se cuelga la mochilita con los instrumentos de operación y allá va.
Las oficinas cierran a las 4 y estimamos llegar a las 3. Planeamos todo para ir rápido en cuanto lleguemos. Pediremos a algún otro barco que nos acerque a tierra. Nos acicalamos y aseamos en el camino. No sea que nos denieguen la entrada al país por sucios y zaparastrosos.
Pasamos el paso entre arrecifes que da entrada al lago interior y tiramos rápidamente el ancla. No hay nadie más. Estamos totalmente solos. Ponemos el dinghy al agua con una velocidad sorprendente y nos vamos a tierra. El interior es un caos pero ya habrá tiempo de arreglarlo.
Qué choque de culturas! Este es un sitio muy poco turístico y auténtico. Qué maravilla... Todo el mundo nos mira, nos saluda, nos sonríe... Papeleos aquí y allá y nos vamos a caminar por el pueblo. Hacemos unas patatas fritas de picoteo para celebrar la llegada y a dormir 11 horas a pata ancha.
Tras 1300 millas navegadas en un mar que no se nos puso fácil, 10 días y 9 noches, estamos de nuevo en los trópicos. Hurraaaaaaaaaaaa!
Amanecemos con 27º de temperatura frente a los 15º que nos marcaba el termómetro en Nueva Zelanda.
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